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Agricultura 2.0 para producir más alimentos con menos recursos.

La agricultura ha pasado de ser una actividad de subsistencia hace poco más de 50 años a ser una de las claves del desarrollo sostenible del futuro. Con una población que se prevé aumentará en 2030 hasta los 8.500 millones de personas y un cambio climático con consecuencias de pérdida de productividad de los suelos, los retos a los que se enfrentan los agricultores son de lo más variado. Pero para completar el complejo cuadro de la futura gestión de la alimentación mundial aún hay que sumar factores como el despoblamiento del campo y el que un 40% de la población vivirá en cuencas con estrés hídrico en 2050.

La tecnología que se está implantando en el campo desde hace poco más de cinco años parece ser la clave del éxito futuro. Por un lado, «se estima que el 70% de las explotaciones agrarias a nivel mundial se apoyarán en este tipo de tecnologías. En el año 2000 no había sensores en el campo y para el 2020 se calcula que habrá instalados al menos cuatro sensores por explotación. Eso hace un total de 2.000 millones de sensores a nivel mundial que para 2030 se habrán convertido en 20.000 millones», explica Emilio Camacho, Catedrático de Ingeniería Hidráulica de la Universidad de Córdoba.

Es evidente que hay que producir más con menos. «Lo que consumen las personas son kilos, no hectáreas de cultivo. Los agricultores nos dan de comer tres veces al día y toman unas 40 decisiones a lo largo de un ciclo anual. Es algo complejo que se da en un entorno complicado por que es abierto. Para ello distintos tipos de empresas desarrollan diferentes plataformas tecnológicas y hay una herramienta que hace de pegamento que es la agricultura digital. El manejo del Big data permite que los datos que obtenemos a través de sensores, se analicen con complejos algoritmos y se pongan de forma sencilla en un teléfono para que el agricultor pueda tomar decisiones de manera precisa.

Hay multitud de sensores que ya a día de hoy pueden ayudar a los agricultores; colocados en los tractores o en las sembradoras ofrecen datos por capas de la tierra. Esta información se une a la que llega por satélite , y que cuentan con una precisión de escasos metros, para dar detalles sobre la posición de las raíces en el suelo ayudando de esta forma a adoptar riegos localizados para que no se pierda ni una gota de agua. España por sus características climáticas es a día de hoy líder en estos sistemas.

Pero es verdad que, además de los mencionados sensores, hay otras tecnologías en desarrollo como «semillas que soportan estrés hídrico. Esto se está haciendo a través de marcadores moleculares. Esta es una tecnología libre de «royalties» y va acompañado de una labor educacional a los agricultores. Hay otras plataformas, como la de los productos biológicos o microbianos, que permite apoyarse en procesos que se dan en la naturaleza para bloquear caracteres que convierten a un insecto en plaga.

También se pueden aplicar microbios beneficiosos del suelo para optimizar la toma de nutrientes de la planta».

Junto a la tecnificación del campo, hay una práctica de cultivo que es la agricultura de conservación que es básicamente no tocar el suelo. Al mantener la estructura del suelo se retiene más agua y se necesita regar menos. A su vez se minimiza el consumo energético y se emiten menos gases de efecto invernadero.

Toda esta tecnología, que ya se presenta como la siguiente revolución social, va a provocar una necesidad de profesionalizar la figura del agricultor, ya que «el campo tiene que ser sostenible, medioambiental y socialmente, pero también económicamente». «Por eso desde Suez creemos que las empresas tenemos que ayudar y facilitar la labor a los agricultores, también para atraer a los «millenials» al campo. La tecnología está muchas veces muy por delante de las necesidades de la agricultura... Hay tractores que van solos, no llevan ni cabina.

En esta revolución, las renovables se perfilan como una posibilidad para rebajar las facturas eléctricas que van unidas a los riegos, aunque para eso, además de una política clara de apuesta por la fotovoltaica, hay que resolver algún escollo técnico para poder compaginar las horas de riego con las horas de irradiación solar.

 
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